sábado, 30 de abril de 2011

Renzo Piano

Ser Arquitecto es un oficio de aventura, un oficio de frontera, en equilibrio entre arte y ciencia. Al límite entre invención y memoria, suspendido entre el coraje de la modernidad y la prudencia de la tradición. El arquitecto vive forzadamente de manera peligrosa. Trabaja con todo tipo de materia prima: y no solo quiero decir cemento, madera, metal. Hablo de historia y de geografía, de matemática y de ciencias naturales, antropología y ecología, estética y tecnología, clima y sociedad. Todas cosas con las que convivimos todos los días.



El arquitecto hace el oficio más bello del mundo. Porque sobre un pequeño planeta donde todo ya ha sido descubierto, proyectar es todavía una de las más grandes aventuras posibles.


Como exploradores del mundo físico "ya hemos sido embromados por nuestros antepasados": Colón, Magallanes, James Cook, Amundsen, han descubierto todo.


A nosotros nos queda la aventura del pensamiento, que da ansias, imaginación, miedo, como una expedición a los hielos, que está sujeta a los asaltos de los indios, como una diligencia del Far West.


Proyectar es una aventura, un viaje, en un cierto sentido. Se parte para conocer, para aprender.


Se acepta lo imprevisible. Si te asustas y buscas rápidamente un reparo en un portón-en el amito cálido y acogedor de lo visto, de lo ya hecho- ése no es un viaje. Es como ir a Bombay y comer en un restaurante italiano.


Si en cambio tienes el gusto de la aventura, no te escondes sino vas hacia delante.


Cada proyecto es una historia que recomienza y tú estas en una tierra inexplorada.


Sos un Robinson Crusoe de los tiempos modernos.


Ser arquitecto es un oficio antiquísimo, como cazar, pescar, cultivar el campo, explorar. Son las actividades originarias del hombre, de las que descienden todas las demás.


Inmediatamente después de la búsqueda del alimento viene la búsqueda de un reparo, pero en un cierto punto el hombre no sólo se complace tonel refugio que le ofrece la naturaleza: Entonces se vuelve arquitecto.


Quien hace casas provee y da reparo, a sí mismo, a su familia a su gente. En la tribu el arquitecto desarrolla un rol de servicio para la comunidad.


Pero la casa no es solo protección, a ésta su función fundamental, el arquitecto le ha siempre asociado una tensión estética, expresiva, simbólica. En la casa, desde sus comienzos, se manifiesta una búsqueda de belleza, de dignidad, de status.


Con la casa se expresa una voluntad de pertenencia, o un deseo de trasgresión.


El acto de construir no es y no puede ser solamente un gesto técnico porque está cargado de significados simbólicos.


Esta ambigüedad es sólo la primera de muchas que marcan el oficio de arquitecto.


Buscar disolver esta ambigüedad no es el inicio de la solución, es el inicio de la renuncia.






Renzo Piano.

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